Reacciones químicas en la vida cotidiana.
Evelyn del Orbe.
Casi todos los alimentos que consumimos (carne,
pescado, verduras, frutas, etc.), son sustancias orgánicas derivadas de
animales o plantas.
Una vez separadas del organismo de origen comienzan a
descomponerse por la acción de microorganismos que provocan reacciones de
oxidación rápidas, como por ejemplo: la carne se pudre, la mantequilla se
arrancia, etc.).
Por tanto, es necesario disminuir la velocidad de estas
reacciones, y para ello se conservan los alimentos a baja temperatura. En el
refrigerador, donde la temperatura es de aproximadamente 25°C, se preservan por
algunos días únicamente; en cambio en el congelador, estas reacciones
prácticamente se bloquean y algunos alimentos se conservan varios meses.
La cocción de los alimentos es otra reacción química
que se hace en agua para evitar que se carbonicen. El tiempo de cocción se
reduce conforme la temperatura aumenta.
Como en circunstancias normales la
temperatura no puede pasar de 100°C, se recurre a cocinar en una olla a
presión, donde se alcanzan temperaturas del orden de 120°C, gracias a que la
presión en el interior puede llegar a 2 atmósferas. Así, las reacciones
químicas propias de la cocción se aceleran y el tiempo puede reducirse
considerablemente.
Otra reacción muy común es la que se produce al quemar
la madera o el carbón, en la cual además de dióxido de carbono y agua, es
inevitable que produzca también monóxido de carbono, muy tóxico.
A partir de
los 700 °C, el monóxido se descompone en carbón (hollín), y dióxido:
2CO → CO2 + C
Por debajo de 400ºC, la velocidad de esta reacción es
casi nula. Por ello debe evitarse que los gases desprendidos se enfríen
bruscamente, ya que bloquearían esta descomposición. Por el contrario, en una
chimenea se logra un enfriamiento progresivo que permite la reacción de
descomposición. Con ello se evita arrojar un importante volumen de CO a la
atmósfera.
- Otra aplicación de las reacciones químicas es en el
proceso de revelado, el cual conduce a la obtención del negativo. Cuando el
proceso es en blanco y negro, consiste en eliminar el bromuro de plata no
impresionado por la luz (partes oscuras de la imagen y claras del negativo) y
que queda sobre la película. Para ello, se sumerge la película en un baño de
una solución de tiosulfato de sodio (hiposulfito), donde se efectúa una reacción
lenta cuyos productos quedan en la solución:
AgBr(S)
+ Na2S2O3(aq) → AgS2O3(aq) +
NaBr(s)
Esta reacción de revelado es muy sensible a las
variaciones de temperatura. Si el baño está a 25°C, se recomienda 1 minuto para
el revelado; a 20°C, se requieren 4 min, y a 15°C, 10 min.
En las zonas de la película sobre las que incide la
luz en el momento de tomar la fotografía, la sal se convierte en plata metálica
y queda formando las zonas oscuras del negativo.
El oxígeno del aire oxida a casi todas las sustancias
con las que entra en contacto, por ejemplo, los tambos expuestos a la
intemperie.